#ElPerúQueQueremos

foto: radio exitosa

Al ritmo de PPK

O la falta de partidos políticos que enfrenten al fujimorismo

Publicado: 2016-05-10

Kenji Fujimori escribe un tweet: “la decisión es mía, solo en el supuesto negado de que Keiko no gane en estas elecciones, yo postularé el 2021”. Luego, Keiko Fujimori ofrece derogar normas sobre formalización de mineros artesanales, y a los pocos días presenta a Hernando de Soto como su nuevo jale. Esa misma semana, Keiko Fujimori firma un compromiso con una comunidad evangélica cuyo líder vocifera: “Del homosexualismo ha salido la peste rosa, ha salido el sida, han salidos distintas enfermedades de trasmisión sexual”, y se reúne con un dirigente de construcción civil acusado de extorsionador. ¿Dónde estaba el candidato Pedro Pablo Kuczynski cuando todo esto sucedió? Ese es un misterio sin resolver. Pero lo que sí parece ser cierto es que, a pesar de todo, Keiko Fujimori será nuestra próxima presidenta: en una semana subió a 51,4% en intención de voto, casi 3 puntos por encima de PPK, según el último sondeo de Ipsos. 

Desde que empezó el segundo round, Kuczynski solo viajó a Arequipa, la única región donde ganó, Ayacucho y Estados Unidos (¡por cinco días!). Fueron viajes que, definitivamente, no suman a su objetivo (si es que lo tiene) de llegar a la presidencia. ¿No era acaso más urgente conquistar los votos huérfanos del sur, donde se consolidó Verónica Mendoza, o del norte? En vez de eso, PPK anduvo bailando (¿?) cumbia en el Gran Show. No sé si sea por desidia, por autoconfianza, por creer que el antifujimorismo lo hará presidente porque sí, por falta de perspectiva política, porque no tiene un partido sólido o por todo eso junto, pero el panorama en el que nos está poniendo PPK es muy peligroso.

Sin la necesidad de un gobierno autoritario, el Perú podría "di-sol-ver-se" volviendo al último decenio del siglo pasado. Y la parsimonia de PPK es cómplice: de llegar a la presidencia, Keiko Fujimori tendría no solo el control del Ejecutivo, sino también del Legislativo y, en consecuencia, de algunos organismos autónomos. Y lo peor es que tal condición estaría en manos de un gobierno con credenciales poco democráticas, tolerantes y éticas. No hay que retroceder 16 años para darse cuenta de ello: basta darle una mirada a los últimos sucesos que ha protagonizado Keiko Fujimori en estos días.

En 1995, nuestro Congreso tuvo por última vez una mayoría absoluta, cuando el partido de Alberto Fujimori – Cambio 90- obtuvo 67 escaños de los 120 posibles. En esa época, el Legislativo actuaba casi completamente a deseo del ex presidente, promulgando leyes “por un tubo”. 21 años después, la historia podría repetirse: Fuerza Popular ha logrado 72 escaños, cifra que le permitirá aprobar leyes ordinarias y orgánicas con 66 votos, y le dará una alta probabilidad de liderar más comisiones ordinarias de las que hoy lideran. Con 72 congresistas, el fujimorismo puede votar en contra de cualquier informe desfavorable o contra el levantamiento de la inmunidad parlamentaria de alguno de sus miembros. Si gana Keiko Fujimori, el gabinete ministerial no tendrá trabas para gobernar, pues con una mayoría simple, el voto de confianza será un hecho y la censura contra los ministros de turno una acción poco probable. No importa si se comenten excesos, si se regula el Internet y la libertad de expresión o se institucionaliza la corrupción, el Congreso blindará al Ejecutivo. A Fuerza Popular solo le bastará 8 adhesiones para aprobar una reforma constitucional y elegir a funcionarios de los organismos autónomos que, definitivamente, ya no serán tan autónomos, como el defensor del pueblo, los magistrados del Tribunal Constitucional o el contralor.

Que estemos en vilo no es culpa solo de PPK, también es responsabilidad de su partido en ciernes, sin bases y liderado por desconcertados tecnócratas. Pero me animo a decir que el problema es más amplio y, por lo tanto, más difícil de revertir en 4 semanas de campaña. Carecemos de partidos políticos, y en los últimos cinco años, Fuerza Popular ha sido el único partido que ha consolidado bases al interior del país. Mal o bien, ese es un hecho innegable: la presencia del fujimorismo en las zonas rurales es tal que muchas casas de adobe están pintadas con un “Keiko presidenta” o un “Kenji Fujimori” en sus fachadas.

Cuando un país tiene partidos políticos sólidos, grandes y estables, los ladrones en la política actúan en un espacio limitado, pues por sobre ellos se erigen los intereses colectivos. Y si el fujimorismo ha alcanzado 72 curules es porque no tenemos partidos consistentes que hagan temblar su popularidad construida a puro clientelismo: Peruanos por el Kambio es un partido a la deriva; el Frente Amplio, una agrupación prematura; Acción Popular, un partido en lenta resurrección; el APRA, un partido en agonía; y Perú Posible y el Partido Nacionalista Peruano, partidos muertos. Cada vez son más los agrupaciones o movimientos nuevos y espontáneos que salen de la olla como cancha.

¿Por qué? Una de las razones es que la valla electoral propicia que los partidos nómadas y supervivientes hagan alianzas con partidos tradicionales, y que estos a su vez acepten en sus listas a empresarios con mucho dinero o a personajes de la farándula y del deporte con arraigo popular para superar el 5%, y así mantener la inscripción o lograr algún escaño. No hay un interés colectivo que los agrupe, salvo el deseo de poder. Entonces, sin una base social sólida detrás, se legitiman en torno a líderes de barro que pueden hacer y deshacer a su merced. Los billetes han atiborrado la plazas públicas. Ello, sin duda, debilita nuestra institucionalidad, merma la gobernabilidad y, en consecuencia, nuestra democracia.

El desbalance que estamos a punto de experimentar debería enseñarnos a construir verdaderos partidos políticos, inspirados en legítimas demandas sociales y que funcionen como engranajes al servicio del ciudadano. En este contexto, creo que es necesario valorar el ejemplo del Frente Amplio como un partido cuya democracia nació desde las bases, eligiendo a su lideresa y a sus representantes al Congreso a través de elecciones internas. Ojalá que ese esfuerzo sea la piedra de toque para hacer política de manera distinta, pues todos somos un poco culpables de que este 5 de julio el poder pueda concentrarse en pocas manos, y que eso signifique un verdadero autogolpe a nuestra aún adolescente democracia.


Escrito por

Edward Abarca

Periodista egresado de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y estudiante de derecho en la misma casa de estudios.


Publicado en

Sostiene Pereira

"Quizás, señor Pereira, haya un yo hegemónico que está tomando la dirección de la confederación de sus almas, déjelo salir a la superficie".