Estamos a poco de retroceder 16 años y aún no ha salido ese desesperado spot que concluya así: quedan 2 semanas para salvar al Perú. Nos jugamos algo peor, por su puesto: el peligro de caer nuevamente en manos del fujimorismo, dominándonos desde Palacio de Gobierno y el Congreso. Pero es natural: en un país cuya receta de crecimiento se basa casi exclusivamente (y excluyentemente) en la economía, importa más impedir la arremetida de un partido de izquierda que si el fujimorismo, y todo lo que representa, vuelve a decidir por nosotros. Está claro que mientras la economía siga en piloto automático, todo vale. 

El hecho que Keiko Fujimori esté primera en las últimas encuestas revela una ingenuidad: quizás muchos creen que ella ha inventado un neo-fujimorismo, más democrático, tolerante y coherente. Pero ese es un oxímoron; el fujimorismo de hoy es en buena parte el fujimorismo de ayer porque mantiene a muchos de los técnicos y personas cercanas a los tres gobiernos de Alberto Fujimori. Hasta PPK, que estuvo bastante blandengue en el debate del domingo pasado, se lo recriminó: “ahí veo a los mismos colaboradores de tu padre trabajando contigo”.

Desde que nuestro Congreso es unicameral (1993), nunca un partido que disputa la presidencia había tenido tantas curules (73). Ni siquiera Alberto Fujimori la tuvo en 1995, cuando su popularidad estaba por los cielos. Tuvo 67 congresistas y eso le bastó para institucionalizar la corrupción en el Estado. Por eso es muy peligroso: con mayoría parlamentaria y el dominio del ejecutivo pueden -¡por qué no!-promulgar leyes que permitan controlar el nombramiento o remoción de jueces, para así también tener incidencia sobre el Poder Judicial, tal como lo intentó Kirchner en Argentina.

Así las cosas, desde julio experimentaremos una nueva organización parlamentaria, y lo peligroso es dejar ese experimento en manos de un partido como el fujimorismo (uno de los más corruptos, sino el más corrupto de nuestra historia). Si Fuerza Popular ha blindado a su secretario de partido y principal financista de campaña Joaquín Ramírez, con serias acusaciones por lavado de activos, ¿qué podemos esperar cuando lleguen al poder?

Por eso es necesario salir a marchar este 31 de mayo. Parece que PPK está esperando que los ciudadanos hagamos la campaña que él no está haciendo (o que no puede hacer); pues hagámosla. Tarde o temprano las calles se anteponen a los dictadores y las injusticias. Aún si la primera vuelta demostró que la candidatura de Keiko es inmune a las marchas, y aún si ganara las elecciones este de 5 de junio, debe tener claro una cosa: no podrá hacer lo que se le de la gana. Estamos unidos por la democracia, por los valores, porque queremos un país más libre e institucionalizado, sin que el poder nos pase por encima. Salgamos a gritarlo públicamente y ¡que se escuche hasta la Diroes!